lunes, 27 de enero de 2014

Un invierno sin sol. Escandar Algeet.


La Tortuga me dice que busque dos poemas del libro.
Uno está dedicado a la madre de Escandar.
Otro a Nur, su hermana.
Ahí van.
Son muy bonitos.
Los dos.

¿Cómo se sacan las castañas del fuego?
A los 17 mi madre vio que me iba de casa,
así que un día me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo apenas había vivido más allá de las 3 calles de Palencia,
tenía un caudal de sueños por achicar
y un semáforo en rojo en la cuenta atrás de ponerse en verde.
Acababa de amanecer un nuevo siglo,
la gente de clase hacía pellas repartiendo cartas de universidad
y la castañera de la calle mayor
mientras
seguía dándole vueltas al frío.
Preocupada, intuyo, por el qué iba a comer y cómo,
mi madre
me enseñó a cocer pasta
cortar lechuga
y picar ajo para darle sabor al cerdo.
Y una tarde, como ya he dicho,
me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo estaba en segundo de bachillerato
y lo único que me preocupaba
(no he cambiado tanto)
eran las chicas, el cine y la poesía
y en ese desorden
coleccionaba pósters pensando en cómo sería mi vida.
Pero mi madre,
tímida, preocupada y repleta de ternura,
insistía:
llenaba una sartén de aceite,
lo calentaba
y con los ojos me decía: aunque te quemes, tienes que ser fuerte.
Así aprendí a romper la cáscara,
a poner dos huevos sobre la mesa
y a sobrevivir en este mundo de mierda
que tanto me gusta tantas veces.
Cuando alguien me pregunta
¿cómo se sacan las castañas de fuego?
respondo
lo que aprendí viendo en las manos quemadas de mi madre:
quemándote
para que así otros,
los tuyos,
no se quemen.

Escandar Algeet

Nur

cuando éramos muy peques,
tanto que vivíamos en aquella casa con estufa de carbón
y compartíamos cama
yo con pili
tú con tere
¿te acuerdas?
las tardes tu te las pasabas leyendo
libros de puck y los cinco
o haciendo deberes
y yo
en el pasillo jugando al fútbol
con aquella pelota de bolsas de plástico
que tanto te molestaba
y me decías "para"
pero yo no paraba
y terminabamos los dos gritando
hasta que mamá
o las tías
se enfadaban...
Tenías razón.

una vez en la fábrica de los abuelos
papá hizo un carrito con dos alambres
¿te acuerdas?
era un pequeño volante
que permitía girar dos ruedas
y yo me apropié de él
y tu decías "déjame a mí también"
pero yo no quería dejarte
y nunca (te aseguro que he tenido muchos años para preguntármelo)
he sabido por qué
actué de esa manera.
lo siento.

cuando dije que mi vida era el cine
y todos se llevaron las manos a la cabeza
menos tú, que me dijiste "vamos, venga, hazlo"
y convenciste a toda la mesa
de familia
y me regalaste aquel libro
de cómo se hacían películas
con la cita de cronenberg
escrita por tu mano en la primera página.
gracias.

y la noche en que se fue la pili
a las 4 de la mañana
y una hora antes dijiste "se me cierran los ojos, escandar"
como pidiendo perdón por dormirte
y yo después no te lo dije
pero ella nos vio, te lo juro, a los dos.
antes de irse.

y cuando vuelves
de todos esos países de los que siempre hablas
con los libros de por allí
y me dices: toma, he traído esto para ti
y yo solo sé decirte gracias
porque no hay malabarismos de palabras
que puedan estar a tu altura.

he tratado de aprender de los errores
y he tratado de ser mejor persona
porque lo aprendí de ti, que me llevabas de la mano
y te comías mis marrones
y me tranquilizabas (todavía lo haces)
cuando el nervio no me deja ver ni pensar,
y aun la distancia que nos une
y que nos separa
te obliga a ser
ese ángel de la guarda que eres
que has sido
toda tu vida conmigo,
26 años ya, mi hermana,
mi chica favorita,
la princesa verde de los cuentos de alas
de mar
y prosa
que me obliga a ser valiente
cuando las cosas se tuercen
y toca aguantar las golpes
de esta puta vida
tan preciosa tantas veces.

quería decirte que tenías razón.
en todo.
que lo siento.
por todas.
y que gracias
gracias
gracias.

siempre.
Escandar Algeet.

1 comentario: