miércoles, 17 de febrero de 2010

Peter 3

Peter vivía en el orfanato niñ@s felices, lo único moderno del orfanato era la arroba, ese símbolo sacado de quien sabe donde.
La directora del orfanato era una vieja mujer con una salud precaria. Era una tipa buena y cariñosa. Había superado un cáncer y otros muchos malos ratos que le había dado la vida, vivía sin lujos, no estaba preparada para el cargo que ocupaba y se dejaba guiar por una fuerza interna, que nadie sabía muy bien de donde demonios salía.
La buena mujer no tenía un pelo de tonta, en ningún sentido, no tenía un pelo. Lucía una peluca que se le quedaba ladeada hacia el lado izquierdo y que le daba un aspecto de ave despistada.
Doña Felisa, Feli le decían, tenía por costumbre echar una cabezadita mientras sus huérfanos veían la tele después de comer. Subía arrastrándose hasta su cuarto, dejaba la peluca en una vieja cabeza de maniquí, y sus 49 kg de peso roncaban como un marinero portugués en breves instantes. Un ronquido altisonante era su despertador, lo contaba con buen humor, diciendo que ella era una mujer con el despertador incorporado.
Peter aprovechó el momento de la siesta y entró en el cuarto de la Feli.
Se oían las risas de los niños en el pasillo de abajo, el mar de ronquidos de Feli. Peter se puso la peluca, se quedo mirando su imagen en el espejo y enunció lentamente la primera ley de Newton mientras sonreía feliz…
Todo cuerpo permanece en estado de reposo…

Continuará.

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