domingo, 27 de marzo de 2011

Verdades

Entre la anguila y yo no existe la distancia. No importa que entre nosotras existan más de 500 km, siempre estamos cerca. Es, supongo, uno de los regalos que nos ha hecho la vida.

Y hoy le llamé para lamentarme un poco, para llenarle el hombro de lágrimas estúpidas, esas que nunca sabes en que hombro puedes dejar.

¿Te has mirado al espejo?, me lo dice con voz de sueño, recién despertada de la siesta. Ese niño es idéntico a ti. Recuerda tu silencio, tu tristeza adolescente, la necesidad permanente que sigues teniendo de sentirte querida. Recuerda tu miedo a la soledad, recuerda tus miedos, recuerda que los días de tormenta te metías en mi cama. Se parece a ti, es lo único que ocurre, y es muy joven y no sabe muy bien quien es. Tú tampoco lo sabes bien.

Está triste y dices que se ha quedado parado… Y es normal, porque no sabe como seguir, porque duda y tiene miedo. Lo único que demuestra todo esto es que en la cabeza tiene un cerebro en vez de un puto cacahuete.

Y tú no sabes que hacer, en el fondo lo único que puedes hacer es lo que haces. Quererle, quererle mucho.

Estás al otro lado del teléfono y hoy tengo el día muy moñas (debe de ser que sigo sin saber muy bien quien soy) y noto el sabor de las lágrimas en mi boca… Pero me reconfortas…

Luego me haces reír y me preguntas por la lagartija. Te digo que está bien, encantadora como siempre, loca como un cencerro como siempre también.

Quédate a su lado, me dices, su locura te equilibra.


TH. 2011. Marzo.


PD: “Él es como yo. Una puta ola. Nos rompemos y nos volvemos a formar”.

Era mi frase de guerra en época de Crisis.

PD: Todo esto, la frase anterior también, me dice la anguila.

1 comentario:

  1. Quédate si meine. Yo pienso lo que la anguila.
    Aunque no sé quien equilibra más a quien, la verdad...
    Me encanta este pez eléctrico. : )
    Besos con sol.

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