jueves, 27 de septiembre de 2012

Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan. Anagrama



Cuando hablaba con las otras madres o se dirigía a ellas (incluso cuando ya sabía sus nombres de pila y esas mujeres la llamaban por el suyo), Lucile decía “señora Ramaud” o “señora Gilbault”. Había en ese señora una forma de respeto debido sin duda a la diferencia de edad, pero sobre todo, me parece, a la idea de que esas mujeres eran, más de lo que ella lo sería nunca, señoras, ancladas en la existencia y capaces de mantenerse en ella.

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