“Conversar con él nunca era fácil, ni
siquiera cuando se mostraba alegre; pero un encuentro
con él, aunque hecho de pocas palabras,
podía resultar tónico y estimulante como ningún otro. En su compañía nos
volvíamos mucho más inteligentes, nos sentíamos inclinados a poner en nuestras
palabras lo mejor y lo más serio que llevábamos dentro, descartábamos los
lugares comunes, los pensamientos imprecisos, las incoherencias”.
TH 2017.
PD: Ese texto
me ha recordado a los paseos que doy con uno de mis hermanos.
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