Cuando nadas en una calle con cinco (o eran seis?)"armarios empotraos" hay que salir digna. O por lo menos intentarlo.... 5 Km en dos horas...ejem....avisaré a los "armarios empotraos". : )
Con tus cinco guapísimas hermanas y tu abuela y tu padre eras feliz en el fondo del mar, donde la vida hierve bajo el conjuro silencioso que urde la vara mágica del agua. Pero ser feliz cansa, y aun abruma, como cansa y abruma la familia, de manera que un día decidiste romper con tu pasado y buscar novio entre los hombres de la superficie. Por si fuera poco, alguien te dijo que si te enamorabas de un humano serías inmortal, lo que sonaba bien, aunque no acabases de creértelo. El caso es que una bruja te dio piernas (y alguna como más que ahora me callo) y, satisfecha con tu nuevo cuerpo, pusiste rumbo a tierra. Era en agosto, y a nadie le extrañó verte en la playa, desnuda y sonriente, con tus piernas recién inauguradas, vacilantes aún, pero tan largas y perfectas como las de la diosa del amor en el lienzo de Sandro Botticelli.
Yo estaba por allí, matando el tiempo, tomando el sol quizá, disimulando el horror que la gente me inspiraba detrás de una expresión dulce y afable, cuando tú aniquilaste mi tristeza con sólo aparecer ante mi vista, y supe que la gloria del deseo se instalaba en mi alma para siempre. Y a ti te pasó igual (lo que es más raro, teniendo en cuenta que yo no era príncipe y me sobraban unos kilos), y empezó nuestra historia de amor loco, que hoy sigue viva, más de treinta meses después, y que mañana estará viva y siempre vivirá, porque está hecha de la misma materia incombustible con la que se hacen los mitos y los sueños.
Cuando nadas en una calle con cinco (o eran seis?)"armarios empotraos" hay que salir digna.
ResponderEliminarO por lo menos intentarlo....
5 Km en dos horas...ejem....avisaré a los "armarios empotraos". : )
http://www.youtube.com/watch?v=N3uiIv1YX5I
ResponderEliminarLA SIRENITA
Con tus cinco guapísimas hermanas
y tu abuela y tu padre eras feliz
en el fondo del mar, donde la vida
hierve bajo el conjuro silencioso
que urde la vara mágica del agua.
Pero ser feliz cansa, y aun abruma,
como cansa y abruma la familia,
de manera que un día decidiste
romper con tu pasado y buscar novio
entre los hombres de la superficie.
Por si fuera poco, alguien te dijo
que si te enamorabas de un humano
serías inmortal, lo que sonaba
bien, aunque no acabases de creértelo.
El caso es que una bruja te dio piernas
(y alguna como más que ahora me callo)
y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,
pusiste rumbo a tierra. Era en agosto,
y a nadie le extrañó verte en la playa,
desnuda y sonriente, con tus piernas
recién inauguradas, vacilantes
aún, pero tan largas y perfectas
como las de la diosa del amor
en el lienzo de Sandro Botticelli.
Yo estaba por allí, matando el tiempo,
tomando el sol quizá, disimulando
el horror que la gente me inspiraba
detrás de una expresión dulce y afable,
cuando tú aniquilaste mi tristeza
con sólo aparecer ante mi vista,
y supe que la gloria del deseo
se instalaba en mi alma para siempre.
Y a ti te pasó igual (lo que es más raro,
teniendo en cuenta que yo no era príncipe
y me sobraban unos kilos),
y empezó nuestra historia de amor loco,
que hoy sigue viva, más de treinta meses
después, y que mañana estará viva
y siempre vivirá, porque está hecha
de la misma materia incombustible
con la que se hacen los mitos y los sueños.
LUIS ALBERTO DE CUENCA