Mi
ángel de la guarda tiene los ojos verdes,
mide
un poco menos de 1,70
y
pesa algo más de 50 kg,
sonríe
a menudo
y
su icono favorito es una carita sonriente.
Mi
ángel de la guarda quiere que engorde
y
me alimenta con frutos secos, galletas, frutas y gominolas
y
los días de excursión me compra chupa chups de fresa y nata.
No
tiene religión,
ni
dios,
ni
dueño.
Es
un ángel salvaje y libre,
que
desconoce el significado de la palabra pecado.
Mis
cajones están llenos de sus cuidados y desvelos,
y
encuentro continuamente restos de sus ritos iniciáticos,
piedras
de la suerte,
molinillos,
pastillas
de levadura,
infusiones
de valeriana,
pulseras,
colgantes,
chapas
de colores,
fotos
dedicadas.
Le
reza a San Roque
y
a Buda
y
a la Virgen del Pilar
y
dice los días de bajón … ay señor!!!!
Y
así permanezco a salvo,
con
este ángel loco que vuela a ras de suelo,
que
derrapa en la montaña rusa,
y
pide y cumple sus deseos extravagantes
en
la ruleta de la fortuna.
TH.
2015.
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