Hemos hablado de viajes por teléfono. Lo que quieres es que te lleve de viaje. Oigo tu risa. Te haces la ofendida porque siempre que te he llevado de viaje te he perdido.
Recuerdo la voz de mamá: No me daba ningún consejo. Sólo decía: Ni se te ocurra perder a tu hermana.
Tu no ves bien, y yo no sé orientarme. Éramos la pareja perfecta.
Sigo perdiéndome. Me pierdo en las ciudades, en los museos, en mi propio barrio.
A pesar de mi brújula defectuosa mantengo las ganas de ir de viaje contigo.
Te perdí en Brasil, en Italia y en la Sierra pobre de Madrid. La culpa en el último caso es tuya, porque me confundiste con una vaca.
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