YOKO OGAWA. EDITORIAL FUNAMBULISTA.
Tengo aún al alcance de la mano la fotografía tomada en aquella ocasión, como un tesoro que atesora el recuerdo de los días de Ashiya. Ha pasado mucho tiempo desde aquel día, pero la belleza de mi tío y de Ryuichi no ha perdido su intensidad. Mi tía sonríe como solía con discreción, y el señor Kobayashi sujeta el cuerpo de Pochiko. Es el resultado de una larga lucha; el nudo de la cinta está casi deshecho. Mi tía abuela Rosa y la señora Yoneda están cerca la una de la otra, como dos almas gemelas. Y Mina, con sus ojos marrones, mira mucho más lejos que el objetivo. Detrás de todos nosotros se ve la bonita casa que yo tanto quería.
Cada vez que miro la foto se me escapa un murmullo. Todos están aquí. Todo va bien. No falta nadie.
TH. JULIO.
PD: Desde que leí el libro utilizo una palabra. La palabra “frescales” (herencia de la Señora Yoneda). Protesto a mis hijos:
Ya no me queréis nada, sólo queréis a las niñas frescales.
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