martes, 29 de diciembre de 2009

104.5




Debía haber sido una molécula lineal, corriente y moliente, como tantas otras, pero es totalmente diferente. Está formada por un átomo de O y 2 átomos de hidrógeno.
Ese átomo de O, insaciable y pasional, jugador de plantilla en todas las combustiones, quiere quedarse para él los electrones de los hidrógenos. Y es esa pasión, la pasión del oxígeno, la que da un ángulo de 104.5º a la molécula de agua.
Un ángulo sexy, jodidamente sexy…
Es ese ángulo, lo que la convierte en un dipolo permanente. Y ella, se permite el lujo, de hacer esos frívolos y efímeros enlaces que se llaman puentes de hidrógeno. Puentes de hidrógeno, instantes de gloria.
La pasión del enlace covalente, la locura del electrón, el celoso y posesivo oxígeno, la frivolidad del puente de hidrógeno. En fin… la vida. Es esta molécula, la que permite la vida, la que explica la vida. 104.5º y el mundo cambia…
No puedo dejar de pensar en ello, no puedo dejar de pensar en ese ángulo sutil.
Persigo mi propio ángulo, 104.5, 104.5, 104.5… me repito. No parece tan difícil.
104.5 y la música sigue sonando el dial.

TAR.
Octubre 2009.

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